Los gobiernos han incumplido sus deudas 18 veces en los últimos tres años, incluso en lugares como Zambia, Sri Lanka y el Líbano. Esto supera el número total de impagos que se registraron en las dos décadas anteriores, lo que subraya cuán insostenibles se han vuelto las cargas de la deuda.
Esta situación también ha dificultado que los países en desarrollo atraigan nuevas inversiones y financiación. Según el Banco Mundial, los nuevos compromisos de préstamos a los países en desarrollo disminuyeron un 23 por ciento el año pasado a 371 mil millones de dólares. Fue la primera vez desde 2015 que los acreedores privados recibieron más dinero del que invirtieron en los países en desarrollo.
La creciente carga de la deuda ha ejercido una presión adicional sobre las instituciones multilaterales de desarrollo como el Banco Mundial para que proporcionen préstamos de bajo costo a los países pobres. Coaliciones internacionales como el Grupo de los 20 también han estado presionando para acelerar el alivio de la deuda, pero esos esfuerzos han avanzado lentamente.
China, el mayor acreedor del mundo, ha enfrentado críticas por ser un obstáculo para los acuerdos de reestructuración de deuda debido a su renuencia a asumir pérdidas en sus préstamos. A principios de este año, China llegó a un acuerdo de principio con Zambia para reestructurar 4.000 millones de dólares en deuda, pero el acuerdo no se ha cerrado en medio de persistentes objeciones sobre las concesiones de algunos de sus acreedores.
Sri Lanka, que se declaró en quiebra el año pasado, también está trabajando en un paquete de reestructuración con acreedores como China, Japón e India.