Sin embargo, a pesar de todos estos riesgos, Estados Unidos no tiene otra opción que responder a la agresión de los hutíes. Estados Unidos y la comunidad internacional tienen un enorme interés en el Mar Rojo, un punto de entrada para los barcos que utilizan el Canal de Suez, que maneja 12 por ciento del comercio mundial.
Y hay razones para ser optimistas y pensar que este estallido no desembocará en un conflicto más profundo. Si bien existe una preocupación comprensible de que Irán pueda tomar represalias en nombre de los hutíes, Teherán no es ni imprudente ni indomable. La fuerza militar estadounidense que buscaba impedir que Irán socavara la libertad de navegación en aguas internacionales a finales de los años 1980 funcionó; En abril de 1988, la Marina de los EE. UU. lanzó Operación Mantis Religiosa contra objetivos iraníes en el Golfo Pérsico en represalia por el uso de una mina contra un gran buque de guerra estadounidense, una medida que en última instancia ayudó a poner fin a un conflicto regional de larga duración. Más recientemente, un ataque con aviones no tripulados estadounidenses que mató al principal comandante iraní Qassim Suleimani en Irak en 2020 logró evitar que Irán intensificara su agresión contra los intereses estadounidenses en la región. de acuerdo a General Kenneth F. McKenzie Jr., exjefe del Comando Central de Estados Unidos.
Pero Estados Unidos no debería apoyarse únicamente en un enfoque militar. También debe seguir aplicando una diplomacia más eficaz con respecto a Gaza y la región en general. Los hutíes afirman que su campaña tiene como objetivo apoyar a Hamás y detener la guerra de Israel, pero el ejército estadounidense ha dicho que varios de los recientes ataques de los hutíes en el Mar Rojo no han tenido como objetivo barcos vinculados o que se dirigen hacia o desde Israel. Washington podría descubrir ese engaño logrando un avance diplomático en Gaza, o incluso un alto el fuego, aunque Estados Unidos aún no ha exigido uno. Puede que no detenga la agresión hutí, pero reforzaría los esfuerzos diplomáticos de Washington para formar una coalición internacional más grande destinada a abordar la amenaza hutí.
Cuanto más intransigentes e imprudentes parezcan los hutíes, más amplio será el consenso internacional para contrarrestarlos y mayor será la presión diplomática que se pueda ejercer contra ellos, incluida la aplicación de duras sanciones económicas y la redesignación de ellos como organización terrorista.
Los hutíes son un problema que el mundo ha ignorado durante demasiado tiempo, lo que les ha permitido hacer metástasis. Pero no es inmanejable. Encontrar una solución requerirá voluntad política, cooperación internacional y, quizás sobre todo, humildad para comprender los límites del poder estadounidense en un Oriente Medio en constante cambio.