Se acerca la época de impuestos en México, y no pocos los residentes extranjeros hacemos nuestras declaraciones anuales entre febrero y abril. También es el momento en que los artistas mexicanos pueden aprovechar el programa de pagos para creadores, único en su tipo en México.
Llamado Pago en especie (pago en especie), es un sistema de trueque donde se pueden sustituir obras de arte por pagos de impuestos en efectivo.
El plan fue idea del famoso muralista David Alfaro Siqueiros. En 1947, el gobierno federal comenzó a exigir a los artistas que pagaran impuestos sobre sus ingresos y ventas. Aunque los grandes de la post-Revolución como Siqueiros y Diego Rivera estarían exentos por el resto de sus vidas, les preocupaba esta nueva carga para los artistas más jóvenes a quienes estaban pasando el testigo.
En 1957, Siqueiros y otros artistas notables presentaron una petición al gobierno en su nombre. Convencieron a las autoridades para que permitieran a artistas notables «pagar» sus impuestos «donando» una obra de arte al gobierno por cada cinco pinturas vendidas.
Para los muralistas ancianos, fue un caso de altruismo egoísta. El acuerdo no sólo ayudó a mantener vivo su movimiento sino que también se ajustaba a sus ideales, proporcionando una alternativa «socialista» para el arte mexicano frente a un creciente mercado privado. El acuerdo también incluía la construcción de un museo para albergar y promover la nueva colección pública, pero eso no sucedería hasta 1994.
En cambio, cuando se inauguró el Museo de Arte Moderno en 1964, la colección se convirtió en la piedra angular de su trabajo. Tres décadas después, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) finalmente inauguraría el Museo de Arte de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
Uno de los propósitos iniciales del programa era conservar el muralismo como la forma de arte visual dominante en México, y los artistas mexicanos más jóvenes inspirados por las tendencias internacionales de mediados del siglo XX tuvieron dificultades para que su trabajo fuera aceptado. Sin embargo, con el tiempo, esta llamada “Generación Breakaway” logró ampliar la gama de obras que aceptaría la colección.
La base del programa ha seguido siendo la misma a lo largo de las décadas, pero sus detalles han sido modificados varias veces. Inicialmente, el programa era bastante generoso y permitía a los artistas determinar qué obras contarían como pago. Eso comenzó a endurecerse significativamente con la muerte del último gran muralista, Rufino Tamayo, en 1991. La SHCP instituyó un comité para aceptar artistas y obras en el programa. En 2022, la agencia pasó a un sistema de valoración realizado por tasadores certificados.
Inicialmente, el programa se centró exclusivamente en las artes plásticas clásicas, especialmente pintura, escultura, fotografía y grabado, pero con el tiempo empezó a aceptar también instalaciones y arte digital. Un cambio conceptual más significativo ocurrió en 2017 cuando la SCHP comenzó a aceptar obras de artesanos y artistas populares reconocidos a nivel nacional.
El resultado es una de las colecciones de arte moderno y contemporáneo más grandes de México con más de 5,000 piezas. No es la única colección de arte administrada a nivel federal en México, pero su historia significa que se administra por separado de las relacionadas con la Secretaría de Cultura. El museo SCHP está ubicado en el antiguo Palacio Arzobispal en el centro de la Ciudad de México, pero la colección es tan grande que partes de ella están en préstamo permanente a otras instituciones. El propósito de la colección es la exhibición dentro del país y dichas exhibiciones aparecen regularmente en museos de todo México.
La colección cubre los principales movimientos artísticos de México desde el período del muralismo hasta la actualidad. Contiene obras de nombres famosos como Rufino Tamayo, Mariana Yampolsky, Vicente Rojo, Manuel Felguérez y José Luis Cuevas junto con las de artistas emergentes como Verónica Villarreal, Manuel Carrillo Lara y Manuel Armando Solano Lozano.
El programa está abierto a artistas residentes tanto mexicanos como extranjeros, pero los solicitantes deben ser aceptados por la SHCP, y aun así la agencia sólo aceptará obras que estén debidamente autenticadas. Por último, pero no menos importante, el artista debe registrarse en el sistema fiscal (y no tener deudas pendientes).
La SCHP dice que el programa es el único de su tipo en el mundo, pero ha habido críticas. Una de las primeras objeciones es que el programa distorsiona el mercado privado. Otra queja común es que la mayoría de las obras están almacenadas, administradas por burócratas y de valor público cuestionable. La crítica más común ha sido que esta opción tributaria no se ha extendido a otro tipo de artistas, sobre todo a los de las artes escénicas, lo que ha llevado a acusaciones de que los artistas plásticos “evaden” impuestos.
Sin embargo, el programa sigue siendo un recurso importante para no pocos artistas del país. Cecilia Santacruz, coordinadora general del Salón de la Plástica Mexicana, dice que han participado más de 150 miembros y que la aceptación al esquema sigue siendo una parte importante de las trayectorias de estos reconocidos artistas “…no sólo gracias al apoyo económico que Pago en especie proporciona, sino también la promoción de nuevos mercados para el arte”.
Leigh Thelmadatter llegó a México hace más de 20 años y se enamoró de la tierra y la cultura en particular de sus artesanías y arte. Ella es la autora de Cartonería Mexicana: Papel, Pasta y Fiesta(Schiffer 2019). Su columna de cultura aparece regularmente en Noticias diarias de México.