Franklin Roosevelt construyó las mayorías del New Deal utilizando al gobierno para apoyar a los trabajadores. Biden intentó hacer lo mismo. Si bien sus políticas han funcionado económicamente, no han funcionado políticamente. ¿Qué está sucediendo?
El hecho es que en las últimas décadas, y en todas las democracias occidentales, hemos estado en medio de un realineamiento político sísmico: con los votantes más educados girando hacia la izquierda y los votantes menos educados girando hacia la derecha. Este realineamiento tiene más que ver con la cultura y la identidad que con la economía.
Los votantes con educación universitaria han tendido a congregarse en las grandes ciudades y llevan vidas muy diferentes a las de los votantes sin título universitario. Los votantes con educación universitaria también tienen muchas más probabilidades de centrar su atención en cuestiones culturales como el aborto y los derechos LGBTQ, y son mucho más liberales socialmente que los votantes sin educación universitaria.
Matthew Goodwin, un politólogo que escribe sobre la división del diploma en Gran Bretaña, tituló su reciente libro “Valores, voz y virtud”. Sostiene que los educados y los menos educados tienen valores diferentes. Los primeros son progresistas cosmopolitas mientras que los segundos son tradicionalistas: fe, familia, bandera. Continúa diciendo que las voces educadas ahogan a las menos educadas gracias a su dominio en las universidades y en los medios de comunicación, las artes, las organizaciones sin fines de lucro y las burocracias. Los votantes menos educados se sienten ignorados y no vistos. Goodwin escribe que en todo el mundo occidental, “los trabajadores y los no graduados son consistentemente los más propensos a respaldar declaraciones como ‘al gobierno no le importa lo que piense la gente como yo’”.
Finalmente, los votantes menos educados se sienten moralmente juzgados por estar socialmente atrasados. Un análisis de más de 65.000 personas en 36 países realizado por el académico holandés Jochem van Noord encontró que las personas que no pertenecen a la nueva élite no sólo están unidas por la inseguridad económica, sino también por «sentimientos de falta de reconocimiento, es decir, el grado de falta de reconocimiento». donde las personas tienen la sensación de que no desempeñan un papel significativo en la sociedad, que poseen una identidad (estigmatizada) que es despreciada”.