No todos los cambios de tamaño son iguales. Algunos pueden ser subrepticios, como aumentar el tamaño de una hendidura en la base de un tarro o recortar las esquinas de una pastilla de jabón. A los consumidores les resulta especialmente difícil reconocer los cambios de tamaño cuando se producen en tres dimensiones, afirma Nailya Ordabayeva, profesora asociada de la Escuela de Negocios Tuck de Dartmouth, quien ha estudiado las respuestas de los consumidores.
“El cerebro está programado para realizar heurísticas más sencillas”, explica.
Además, señaló, los consumidores pueden estar dispuestos a aceptar cantidades menores o incluso preferirlas en algunos casos. Por ejemplo, los productos de comida chatarra se han encogido a veces para reducir el número de calorías.
Aun así, los consumidores podrían reaccionar negativamente
Cuando las empresas se limitan a velar por sus ganancias —y no por sus consumidores—, existe el temor entre los expertos en precios de que una reduflación persistente ahuyente a los compradores.
Cuando los costos de las materias primas subían y la inflación era noticia, lo más probable es que los consumidores comprendieran que las empresas debían trasladarles parte de esos aumentos. Incluso es posible que prefirieran productos más pequeños en lugar de precios más altos, según varios expertos.
Pero ahora, la inflación general se ha calmado: tras alcanzar un máximo del 9,1 por ciento en julio de 2022, en enero se había reducido al 3,1 por ciento. Y los consumidores podrían estar menos dispuestos a aceptar la reduflación ahora que las empresas se enfrentan a presiones de costos menos severas, especialmente porque las ganancias de las empresas alimentarias han sido —y en muchos casos siguen siendo— elevadas.