“A veces es necesario tomar decisiones difíciles”, dijo Chaves a su audiencia. “No estamos imaginando el futuro; lo estamos construyendo, con aquellos con quienes compartimos valores”.
Es inteligente, tanto geopolítica como económicamente, fomentar ese sentido de destino compartido. No será una solución rápida a los muchos problemas de la región, pero puede ayudar a cambiar la situación con el tiempo. Costa Rica, Panamá y la República Dominicana son países relativamente pequeños con influencia limitada. Pero si sus economías están en auge, pueden brindar más oportunidades a quienes huyen de lugares asolados por crisis como Haití y Nicaragua. Llegarán menos inmigrantes a nuestra puerta.
Como cualquier política, la diplomacia de la cadena de suministro tiene sus riesgos. Podríamos estar construyendo nuestros futuros competidores. No pude evitar notar que San José parece estar mejor preparado para la era digital que la zona rural de Ohio. Algunas escuelas secundarias técnicas ya imparten una plan de estudios de inteligencia artificial, me dijo un alto ejecutivo de Intel en Costa Rica. La industria atrae a los mejores talentos y una lealtad feroz. En la planta de Intel cerca de San José, un gerente de fábrica me dijo que “sangra azul”, el color del logotipo de la empresa.
Pero esta fábrica no sería competitiva en Estados Unidos. Incluso en Costa Rica, ha tenido dificultades para competir con los bajos costos laborales de Asia. Intel cerró la planta en 2014 y envió su trabajo a Malasia, dejando un equipo mínimo dedicado a investigación y desarrollo. La fábrica reabierto en 2020, después de que la pandemia provocara una escasez de chips. Intel se ha estado expandiendo desde entonces, devorando el espacio que solía ser una cafetería. La demanda de chips no hará más que aumentar con el auge de la inteligencia artificial.
La forma en que afrontemos los desafíos que plantea la IA (y una China mucho más poderosa) determinará nuestro futuro. Tenemos una opción: enfrentar esos desafíos solos o con vecinos amigables.