NUEVA YORK- Lisa Tofano fue bautizada, confirmada y se casó en la Iglesia Luterana del Buen Pastor, en el lago Opeka de Des Plaines, Illinois. Sin embargo, cuando ella y su marido, John, visitaron la iglesia el pasado otoño, no lo hicieron para rendir culto, sino para celebrar su 34.° aniversario de boda en ese lugar, que se convirtió en el restaurante Foxtail on the Lake.
David Villegas, socio gerente de Foxtail, comentó que la transformación no fue fácil: la iglesia necesitó una renovación de 18 meses y 6 millones de dólares, así como una nueva cocina de 278 metros cuadrados, antes de poder empezar a ofrecer platillos como paella y shawarma de ternera y agregó que había estado “un poco nervioso” antes de la apertura del restaurante en noviembre por la reacción de los antiguos feligreses. Sin embargo, para Lisa Tofano “una iglesia tiene más que ver con la gente que con el edificio”.
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En todo el país, ha aumentado mucho el número de iglesias y otros lugares de culto vacíos y estas estructuras, a menudo joyas arquitectónicas únicas, se han vuelto muy atractivas para los propietarios de negocios.
Eileen Lindner, socióloga y pastora presbiteriana, exeditora del Yearbook of American & Canadian Churches, que analiza los datos del censo sobre organizaciones religiosas y lugares de culto, dijo que se espera que hasta 100,000 inmuebles propiedad de iglesias protestantes cierren de aquí a 2030. Según Lindner, esa cifra, que podría ser de casi el 20 por ciento de todas las iglesias protestantes existentes, supone un aumento significativo con respecto a la última década.
Los cierres se deben en gran medida a que desde la pandemia de COVID-19 la asistencia a las iglesias disminuyó y a que menos personas, sobre todo los adultos más jóvenes, se afilian a organizaciones religiosas que en el pasado. El declive se viene produciendo desde hace décadas. Según las encuestas de Gallup, a finales de la década de 1940, el 76 por ciento de los estadounidenses afirmaba pertenecer a una iglesia, sinagoga o mezquita, pero en 2020 esa cifra había descendido al 47 por ciento.
En consecuencia, las congregaciones están cerrando o fusionándose con otras, dejando algunos santuarios de gran capacidad y edificios anexos infrautilizados o totalmente inutilizados. Muchas organizaciones religiosas tienen que replantearse cómo sacarles el máximo partido a sus activos más importantes (los edificios y el terreno subyacente) y darles una segunda vida.
Madeline Johnson, supervisora de una investigación de la Universidad de Notre Dame sobre los inmuebles de la Iglesia católica y otras organizaciones religiosas, comentó que las iglesias pueden convertirse en muchas cosas. De todas las confesiones, la católica es la que tiene las restricciones más estrictas, según Johnson. La Iglesia estipula que los nuevos usos “pueden ser profanos, pero no escandalosos”. No obstante, esa restricción deja mucho margen de maniobra.
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Con sus techos abovedados y sus vitrales, las formas arquitectónicas de las iglesias han atraído desde hace mucho tiempo a los propietarios de negocios, a pesar de los problemas estructurales que pueden aumentar de manera considerable los costos de renovación.
Cuando Argodesign, una consultora de diseño de productos, necesitó más espacio para sus oficinas de Austin, Texas, sus fundadores buscaron un nuevo espacio específico. Vieron potencial en una iglesia abandonada de la década de 1930 con un “rosetón” (una forma redonda que suele encontrarse en las iglesias), cerca de la bulliciosa zona de South Congress, en el centro de la ciudad. La estructura podía albergar hasta 70 empleados y tenía un estacionamiento para exhibir un auto que el equipo había construido en conjunto, explicó Sonia Prusaitis, directora general de la oficina. La empresa se trasladó al inmueble en 2022.
En todo el mundo, los lugares de culto se han convertido en restaurantes, cervecerías, hoteles, centros de arte, teatros e incluso complejos deportivos. Algunas iglesias abandonadas se han transformado en complejos de uso mixto, que combinan espacios comerciales y residenciales, y viviendas asequibles.
En 1983, la Iglesia Episcopal de la Sagrada Comunión de Nueva York, de estilo gótico, se transformó en una discoteca llamada Limelight, conocida por sus fiestas en las que abundaba el consumo de drogas. Desde entonces, la estructura ha sufrido varias transformaciones: ha operado como centro comercial, gimnasio y mercado. En San Luis, una iglesia abandonada se convirtió en un parque de patinetas cubierto llamado Sk8 Liborius (que se incendió el año pasado). Y este año se inauguró una sucursal de la Biblioteca de Arte Negro de Detroit en una iglesia reconvertida.
El proceso de transformación de algo antiguo en algo nuevo puede encontrarse con varios obstáculos. Las nuevas estructuras pueden necesitar cambios de zonificación, como en el caso de las iglesias ubicadas en barrios residenciales que no permiten usos comerciales. Por ejemplo, el restaurante Foxtail de Des Plaines, Illinois, necesitó tramitar un cambio de zonificación para vender alcohol.
En ocasiones, un negocio nuevo requiere aprobación municipal, estatal o federal antes de poder realizar reformas si la iglesia es un monumento histórico o se encuentra en un barrio histórico. A menudo, las iglesias se desacralizan antes incluso de que los edificios salgan al mercado.
“Una de las grandes dificultades en la reutilización de una iglesia es que se trata de un tipo de espacio muy específico”, explicó Ari S. Heckman, cofundador y director ejecutivo del grupo hotelero Ash, que transformó una antigua iglesia de Nueva Orleans en el Hotel Peter and Paul. El espacio tiene un estilo ecléctico que fusiona vestigios religiosos con comodidades modernas.
“Es difícil subdividirlo para dar cabida a muchos usos y quizá por eso el promotor original no pudo hacerlo funcionar”, dijo.
Algunos problemas de renovación son evidentes, pero otros solo se descubren cuando se retiran las capas de yeso. Según Jay Colombo, arquitecto del estudio de arquitectura Michael Hsu de Austin, que hace poco trabajó en la transformación de una antigua iglesia en un nuevo local de Loro, un restaurante asiático de parrillada, en Houston, “hasta las vigas pueden estar podridas”.
Además, hay que instalar calefacción y aire acondicionado de gran eficiencia energética, cableado eléctrico actualizado, cambiar las tuberías y proveer acceso a internet. Es posible que haya moho o asbesto. Y las normas contra incendios de los comercios exigen sistemas de rociadores, que resultaron en particular problemáticos en la iglesia de Des Plaines, explicó Villegas, socio gerente del nuevo restaurante, debido a la elevada altura del techo del edificio, típico de las iglesias de los años cincuenta.
La mayoría de las personas que deciden renovar un edificio intentan conservar alguna referencia o vestigio de la otrora iglesia. La empresa Argodesign, de Austin, conservó la forma del rosetón en su nuevo espacio de oficinas y lo sustituyó por un cristal que ahorra energía, explicó Micah Land, arquitecto de Michael Hsu, quien trabajó en el proyecto. Foxtail incorporó los enormes vitrales y la cruz de la antigua iglesia al diseño del nuevo restaurante y conservó una parte del altar cerca de la entrada.
En el Hotel Peter and Paul de Nueva Orleans, el convento, la rectoría y la escuela de la antigua iglesia se transformaron en habitaciones de huéspedes. El santuario es ahora un espacio abierto para eventos.
“No alteramos tanto el tejido histórico de la iglesia”, indicó Heckman, cuyo grupo hotelero se encargó de la renovación. El hotel conservó los altares laterales, los vitrales y las lámparas originales, lo que le añade carácter al lugar, donde se realizan bar mitzvahs, bodas y actos corporativos. “Aunque las iglesias ya no cumplan su función religiosa original, creo que siguen desempeñando un papel importante como lugares de celebración”, afirma. c.2024 The New York Times Company.
Por Ellen Rosen, The New York Times.