La he visto por México y probablemente tú también.
Es una niña de seis años de cabello oscuro, cara redonda y ojos expresivos. Aunque normalmente se la ve con un vestido rojo característico y un lazo a juego, se sabe que lo cambia de vez en cuando. Es casi un garabato en su simplicidad visual. Tiene aversión a la sopa y tiene opiniones firmes sobre importantes temas mundiales. Una voz para las generaciones más jóvenes, es ingeniosa y perspicaz, con perspectivas críticas sobre la sociedad adulta. Es especialmente conocida por su espíritu rebelde y su feroz rechazo a las normas y expectativas sociales.
Me refiero a Mafalda, el personaje de cómic convertido en caricatura amado por generaciones de mexicanos, poblaciones latinoamericanas y muchas otras personas en todo el mundo.
Creada en 1964 por el caricaturista argentino Joaquín Salvador Lavado Tejón (más conocido como Quino), Mafalda comenzó su vida como mascota publicitaria de la empresa de electrodomésticos Siam Di Tella. Pero rápidamente superó sus raíces comerciales y evolucionó hasta convertirse en un fenómeno cultural que continúa resonando entre el público de hoy. En México, su popularidad es comparable a la de Charlie Brown o Garfield, consolidando su estatus como uno de los personajes más emblemáticos del mundo de habla hispana.
El nacimiento de un icono del tamaño de una pinta
A primera vista, Mafalda parece ser la típica niña de seis años de una familia argentina de clase media de los años 60. Su padre trabaja en una oficina mundana y su madre se ocupa del hogar. Al mismo tiempo, su relación con su hermano menor Guille refleja la típica mezcla de rivalidad y afecto entre hermanos. La dinámica familiar encarna las normas sociales de la época, pero debajo de este barniz de normalidad se esconde el agudo ingenio de Mafalda y una mente profundamente inquisitiva que desafía constantemente el status quo.
Si bien Mafalda participa en actividades típicas de la infancia (la escuela y jugar con amigos), sus perspectivas presentadas inocentemente a menudo tienen una inclinación filosófica. A lo largo de su vida diaria, Mafalda reflexiona sobre diversos temas sociales, expresando su pensamiento a través de reflexiones y observaciones humorísticas. Ávida lectora, se mantiene informada sobre los acontecimientos actuales, lo que alimenta su deseo de justicia y cambio.
Opiniones contrapuestas: el círculo social de Mafalda
El mundo de Mafalda está poblado por un colorido elenco de personajes que sirven de contraste para sus ideales progresistas. Está Susanita, la chica materialista que sueña con conseguir un marido rico y tener muchos bebés. Las interacciones de Mafalda con su amiga frecuentemente implican que ella cuestione los puntos de vista de Susanita sobre el matrimonio, los estándares de belleza y el papel de la mujer en la sociedad. Cuando Susanita expresa su deseo de casarse con un hombre rico, Mafalda cuestiona sus motivaciones y la anima a perseguir sus propios objetivos. “¿Para qué ser mamá? No es la única meta en la vida”. (“¿Por qué ser mamá? No es el único objetivo en la vida”).
Manolito, hijo de un comerciante, está obsesionado con el dinero y los negocios. Los debates de Mafalda y Manolito sobre el capitalismo, el consumismo y la desigualdad social son temas recurrentes. En un intercambio, Mafalda sostiene que la riqueza de la familia de Manolito no se gana únicamente con el trabajo duro sino más bien mediante la explotación de la clase trabajadora. “No se puede ser rico sin hacerle daño a otros.” (“No se puede ser rico sin dañar a los demás”).
Felipe, el soñador romántico y el más introspectivo de los amigos de Mafalda, contrasta el pragmatismo de Mafalda. A menudo sirve como caja de resonancia para sus reflexiones filosóficas. Sus conversaciones ahondan en cuestiones existenciales sobre la vida, la muerte y la naturaleza de la humanidad. En una tira, Mafalda le pregunta a Felipe si cree en Dios, lo que lleva a una discusión reflexiva sobre la fe y el significado de la vida. “¿Crees que hay vida en otros planetas? Yo creo que sí, pero también creo que no hay vida en este.”
El grupo de amigos de Mafalda, sus historias, personalidades y perspectivas representan las diferentes perspectivas sociales de la época. A través de sus debates, Quino, el creador de Mafalda, aborda temas como el capitalismo, los roles de género, las expectativas sociales, la inmigración y las ideologías políticas. Los diferentes puntos de vista de los personajes permiten a los lectores explorar temas complejos a través de la lente de la inocencia y el humor de la infancia, al mismo tiempo que provocan pensamientos y reflexiones sobre muchos de los temas que siguen siendo relevantes en la actualidad.
Sabiduría duradera en México y más allá
En México y en toda América Latina, Mafalda se ha convertido en un símbolo de resistencia y comentario social. Su imagen se puede encontrar en todo, desde camisetas hasta carteles de protesta, y sus ingeniosas observaciones se comparten ampliamente en las redes sociales. En Buenos Aires, las estatuas de Mafalda y sus amigas atraen a fanáticos ansiosos por tomarse selfies con esta revolucionaria diminuta.
Lo que hace que la popularidad de Mafalda en México sea particularmente fascinante es cómo sus perspectivas se alinean con la cultura mexicana, incluso hoy. Aunque nació en Argentina, sus preocupaciones sobre la justicia social, la igualdad y el futuro de la humanidad tocan una fibra sensible universal. En un país que lucha con complejos problemas sociales y políticos, las opiniones de Mafalda son particularmente relevantes.
“El problema es que hay más gente interesada que gente interesante”, bromea Mafalda en una tira, refiriéndose al ensimismamiento de la sociedad moderna. Tales observaciones parecen tan apropiadas en la Ciudad de México de 2024 como en el Buenos Aires de los años 60.
Los desafíos de Mafalda a las normas de género resuenan fuertemente en el México contemporáneo. Mientras el país lucha contra el machismo y la igualdad de las mujeres, el rechazo de Mafalda a los roles femeninos tradicionales parece particularmente relevante. Mafalda también aboga por el equilibrio entre la vida personal y laboral, y a menudo pregunta por qué la vida debe girar en torno al trabajo.
Su preocupación por la paz y la justicia social toca la fibra sensible de una nación familiarizada con la violencia y la desigualdad. “En todas partes hornean frijoles, pero nadie se atreve a estrangular al maitre”, observa Mafalda, destacando la brecha entre reconocer los problemas y actuar. Es un sentimiento con el que se identifican muchos mexicanos, frustrados por la corrupción conocida y los problemas sistémicos. Y añade: “Me gusta la gente que dice lo que piensa. Pero, sobre todo, me gusta la gente que hace lo que dice”.
Más allá del comentario social, Mafalda se ha convertido en una herramienta educativa en México, sus historietas se utilizan en las escuelas para enseñar pensamiento crítico y conciencia social. Su vocabulario sofisticado e ideas complejas, presentadas de manera accesible, presentan a los lectores jóvenes conceptos importantes.
Mafalda hoy
La tira cómica de Mafalda terminó en 1973, aunque puede estar preparada para un resurgimiento. Netflix anunció recientemente planea desarrollar nuevo contenido basado en el personaje, presentándolo a una generación completamente nueva de espectadores.
Mientras México y el mundo enfrentan problemas de desigualdad, cambio climático y agitación política, la mezcla de optimismo y pragmatismo de Mafalda ofrece una voz de la razón en un mundo complejo.
“¿No sería más progresista preguntar hacia dónde vamos, en lugar de dónde vamos a parar?” Mafalda pregunta en una tira. Es una pregunta que podría aplicarse a cualquier tema contemporáneo, desde el avance tecnológico hasta el cambio social. Al alentar a sus lectores a pensar críticamente, con empatía y a soñar en grande, Mafalda continúa inspirando a generaciones de mexicanos a imaginar un mundo mejor.
Entonces, la próxima vez que te encuentres con Mafalda, tal vez ella te recuerde que debes seguir cuestionando, seguir soñando y nunca dejar de trabajar por un mañana mejor. Simplemente no intentes obligarla a comer sopa.
Mónica Belot es escritora, investigadora, estratega y profesora adjunta en la Escuela de Diseño Parsons de la ciudad de Nueva York, donde enseña en el Programa de Gestión y Diseño Estratégico. Dividiendo su tiempo entre Nueva York y Ciudad de México, donde reside con su travieso cachorro labrador plateado Atlas, Mónica escribe sobre temas que abarcan todo, desde la experiencia humana hasta los viajes y la investigación del diseño. Siga sus variados garabatos en Medium en https://medium.com/@monicabelot.