La tragedia ocurrida en el Estadio Corona ha reavivado la discusión en torno al preocupante fenómeno de la violencia en los estadios del fútbol mexicano, subrayando la falta de medidas eficaces para abordar este problema que afecta de manera recurrente a los recintos deportivos en México.
Es imperativo recordar los violentos sucesos que acontecieron en el Estadio Corregidora el 5 de marzo de 2022, durante el enfrentamiento entre Querétaro y Atlas, desembocando en una auténtica batalla campal entre los espectadores y resultando en 16 personas hospitalizadas. Estos eventos llevaron a la Liga MX y la Federación Mexicana de Fútbol (FMF) a tomar medidas drásticas.
Una de las iniciativas anunciadas de manera destacada fue la implementación del Fan ID, un mecanismo de identificación que requiere que los asistentes se registren en la plataforma. Este sistema se utiliza para documentar la entrada a los estadios a lo largo del país, facilitando la identificación de aquellos que participen en actos violentos y permitiendo que se tomen medidas apropiadas según la gravedad de sus acciones.
No obstante, en la práctica, el Fan ID ha demostrado ser ineficaz. La infraestructura deficiente de los estadios en cuanto a cámaras de videovigilancia, junto con las fallas técnicas y de logística sumado los problemas reportados en el registro de entrada mediante el Fan ID, contribuyen a que el proceso sea lento y menos efectivo de lo anticipado.
Un elemento recurrente en cada tragedia relacionada con la violencia en el fútbol mexicano es la presencia de bebidas alcohólicas. Sin embargo, es importante señalar que una prohibición total de la venta de cerveza dentro de los estadios mexicanos parece poco realista por no decir que imposible. Esto se debe a la importante influencia de la industria cervecera en el fútbol, ya que patrocina a numerosos clubes de alto nivel. Un ejemplo palpable de esta conexión es el estadio donde ocurrió la mencionada tragedia entre Santos y Monterrey, llevando el estadio del equipo local el nombre de una reconocida marca de cerveza, al igual que el complejo deportivo donde se encuentra ubicado dicho estadio.
La presencia y el consumo de drogas también se ha quedado documentada, lo cual hace evidente los múltiples problemas de seguridad para los encuentros de fútbol, tanto por parte de las empresas privadas que prestan este servicio a los clubes, como de los elementos de seguridad pública que son asignados para trabajar en colaboración con los clubes.
Todo lo anterior, refleja el complicado problema de violencia en los estadios mexicanos, y como no sólo es cuestión de un excesivo y cuestionable fanatismo deportivo, sino que ya hay un transfondo de presencia del crimen organizado con la venta de droga, negligencia de las autoridades deportivas, en torno a la aplicación y supervisión de los protocolos vigentes así como de la poca colaboración que existe entre las autoridades de los distintos órdenes de gobierno y los equipos de fútbol.
En conclusión, y siendo fiel a mi estilo de ser claro, frío y directo con los lectores mentiría si pienso que esta es la última tragedia en un estadio mexicano pero sí, espero que esto sirva como un parteaguas para toda esta gran industria del fútbol mexicano, y por supuesto que sea el último hecho de violencia en el fútbol mexicano que tenga como saldo una víctima mortal.