Greg José
Sun City, Arizona.
Al editor:
Sí, demasiados de nuestros conciudadanos no tienen hogar. Si finalmente consiguen un techo sobre sus cabezas, será fantástico. Pero aquí está la cuestión: llegan a su nuevo lugar y dejan caer sus mochilas en el suelo, donde ahora dormirán, usando sus mochilas como almohadas.
Allí también comerán cualquier comida que puedan preparar sin utensilios de cocina ni platos. Allí también es donde los niños harán los deberes. Ni camas, ni mantas, ni toallas, ni sillas, ni mesa, ni tenedores ni cuchillos.
¿Es eso realmente un hogar?
Existen pocos programas gubernamentales o de servicios sociales para proporcionar muebles y enseres domésticos a las personas que salen de la situación de calle. Depende de organizaciones sin fines de lucro como la nuestra, Bienvenido a casa, para llenar ese enorme vacío.
Es más, organizaciones como la nuestra generalmente ni siquiera califican para la mayoría de las subvenciones o fundaciones dirigidas a las personas sin hogar. ¿Por qué? Porque una vez que las personas sin hogar tienen un techo sobre sus cabezas, dejan de ser personas sin hogar.
Las personas sin hogar son precarias en términos de poder asimilarse al mundo de los alojados y permanecer allí. Lo que se necesita es financiación para transformar los techos de sus cabezas en casas amuebladas, dándoles a estas personas el sentido de dignidad y respeto por sí mismas necesarios para tener éxito en una entrevista de trabajo, concretar una tarea, completar una solicitud universitaria exitosa y simplemente seguir adelante en la vida, como el el resto de nosotros.