“La creación artística es el contacto con los demás, la unión comprensiva y amorosa”, es una frase que se le atribuye al gran muralista mexicano David Alfaro Siqueiros. Habrá que indagar más en esas palabras para abrazar su significado: el arte, más que aspectos estéticos, conforma un medio de comunicación capaz de conectar con el Otro.
La investigadora y escritora lagunera Idoia Leal Belausteguigoitia tiene presente la citada filosofía. Miembro del equipo que a principios de este siglo descubrió los restos del Canal de la Perla en Torreón, es también reconocida por la investigación que ha realizado sobre los murales de la región. Su libro, “Arte mural en La Laguna. La historia a través del color”, se ha convertido en una referencia imprescindible para quienes comienzan a adentrarse en este campo de estudio.
Actualmente residente en Amsterdam, Países Bajos, Idoia Leal Belausteguigoitia visitó esta semana las instalaciones de El Siglo de Torreón, donde conversó sobre los murales laguneros y también sobre otros aspectos que conforman al patrimonio regional. Valorar lo que todavía se tiene, reflexionar ante lo que se ha perdido, tener la apertura necesaria para poder observar hacia dónde se dirige el arte del futuro, fueron algunos de los puntos trazados en este diálogo.
VALORACIÓN DEL PATRIMONIO
El interés por el arte siempre ha estado en ella. En 2005 abogó ante el Ayuntamiento de Torreón para que el pintor Gerardo Beuchot pintara un mural al interior del Banco de México. El artista realizó su obra en el marco del centenario de la ciudad que se celebró en 2007. Afortunadamente, los trazos de Beuchot continúan en el inmueble, coronando el área de las cajas de cobro.
Era claro que la historia de Torreón, que apenas alcanzaría sus primeros cien años como ciudad, no podía competir con otras urbes coloniales del país, pero ese aspecto tampoco le restaba valor ni la despojaba de su patrimonio cultural. “En Torreón no tenemos nada”, fue la percepción a la que Idoia se propuso enfrentar en ese entonces.
“Somos una ciudad muy joven, pero en estos pocos años hemos acumulado obras valiosas. Total, me puse a hacer un recuento. Sólo por darte un ejemplo, tenemos a un gran artista como Raúl Esparza (fallecido en el año 2000), que lo tenemos en la Facultad de Medicina, en la Facultad de Economía y Administración, en varias iglesias en Torreón, también tiene un mural en Gómez Palacio”.
Nacido en Ciudad Juárez, Chihuahua, en 1923, Raúl Esparza llegó a Torreón cuando contaba con tan sólo cuatro meses de edad.
Realizó murales en China y en Estados Unidos, y quizá es de los artistas con quienes la memoria local se ha portado más ingrata. Cabe recordar sus murales perdidos, como el que existió en la antigua Papelería El Modelo, en la esquina de Juárez y Zaragoza, hasta que el negocio fue vendido y el inmueble se remodeló para albergar otro tipo de comercio.
“Tenemos al Instituto 18 de Marzo, que ahí hay tres muralistas (Francisco Montoya, Manuel Guillermo de Lourdes y Horacio Rentería Rocha), tenemos el plafón y el escenario del Teatro Isauro Martínez (pintados por Salvador Tarazona)”.
Idoia Leal Belausteguigoitia entiende que su libro se ha convertido en farol cuando se quiera hablar de los murales laguneros, de sus autores y de los mecenas que hicieron posibles esas obras. Cita a Octavio Ríos, el artista que tiene la autoría de los murales albergados al interior de Teatro Nazas y subraya también su presencia pictórica en otros teatros y cines del país; por ejemplo, en el Teatro Ricardo Castro de Durango.
“Es un tema que me parece apasionante, porque son nuestros pintores. Es el tema de nuestra región, es el desierto, el algodón, nuestras montañas, nuestros paisajes, más toda la belleza de lo que somos en Torreón, en Gómez y en toda La Laguna: el trabajo, el campo, la industria, lo que realmente nos ha hecho ser tan importantes como región”.
ILUSTRACIONES SOBRE EL PASADO
Idoia también es autora del libro infantil «Gilda y el muro mágico», para el cual contó con ilustraciones del arquitecto Alonso de Alba Martínez, quien se basó en fotografías antiguas de la región. La narrativa muestra a Gilda, una niña que realiza un viaje hacia imágenes que se pueden ver del pasado de Torreón. La publicación tiene un lenguaje sencillo, digerible, pensado para captar la atención de los niños.
“Hablo de cuando estamos esperando que llegue el río Nazas, entonces, claro, cómo se ve el lecho seco y cómo empieza a llegar el agua. Mi abuelita me platicaba que cuando ella era niña iban a ver el río. Pero en estas generaciones nuevas, cuando el río llega seguimos asomándonos a verlo. Entonces platico del río Nazas, del Canal de la Perla”.
Entre las páginas asoma también la segunda fachada que tuvo el desaparecido Teatro Princesa, cuya estética fue transformada al art déco por instrucciones de su propietario: el empresario de espectáculos don Isauro Martínez. Otra ilustración muestra al viejo quiosco porfiriano que hasta 1983 se encontró en la Plaza de Armas de Torreón, año en que fue retirado para construir la actual torre-reloj.
“El libro habla un poco de cómo era Torreón, de cómo era el tranvía, de cómo perdimos el tranvía eléctrico, que era algo muy bello; salir a pasear, venir de Lerdo, pasar por Gómez y venir a Torreón, pasar por los puentes, por el puente del tranvía”.
En 1889, el tranvía hizo su debut como medio de transporte en la entonces villa del Torreón y en 1904 fue modernizado a tranvía eléctrico. Funcionó así por más de 50 años, hasta que paró sus operaciones en marzo de 1953. El puente por el que cruzaba a Gómez Palacio fue desmantelado y actualmente sólo se puede apreciar lo que queda de sus pilares.
“Cuando vas en el Puente Plateado, ves a la lejanía el puente del tren, pero en medio está nuestro puente del tranvía. Eso se podría rescatar perfectamente. Y aquí puse una foto antigua, porque luego los niños creen que les estoy contando un cuento, pero no, todo eso existió. Pero si yo te digo que teníamos un tranvía y que pasaba por el río, suena a fantasía”.
FOTOS: Ramón Sotomayor