Mientras los soldados israelíes se agrupan para entrar en masa en la Franja de Gaza, el ministro de Defensa les ha prometido: “Ahora, ven Gaza desde lejos; pronto, la verán desde dentro”.
Sin embargo, a pesar de esa promesa del ministro Yoav Gallant, no está claro cuándo organizará Israel una invasión terrestre. Y si el gobierno parece indeciso a la hora de entrar en Gaza —más de dos semanas desde el ataque de Hamás que mató a más de 1400 israelíes— hay buenas razones para estarlo.
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Lo que se avecina es un tipo de guerra urbana sostenida a la que las fuerzas militares del país no se han enfrentado desde hace casi una década, y la búsqueda de un fin político que sigue sin estar claro, aparte de derrotar a Hamás, que controla Gaza, para que la organización no pueda volver a amenazar a los ciudadanos israelíes.
De por sí, se trata de una tarea difícil que exigirá que los israelíes establezcan el control sobre Gaza y que costará importantes cantidades de sangre, dinero e indignación internacional por la muerte de civiles.
Y por encima de todo está el enigma político de qué ocurrirá con Gaza cuando termine la guerra. Una vez dentro, ¿cómo sale Israel? Una vez que haya desmantelado a Hamás, si puede, ¿a quién entregará las llaves? Si Hamás ya no gobierna Gaza, ¿quién lo hará?
Por el momento, dicen los funcionarios israelíes, esas preguntas no son su preocupación inmediata. Pero serán inevitables, incluso si un nuevo gobierno israelí pasa a ser responsable de Gaza.
“En realidad, no hay buenas opciones para una ofensiva terrestre israelí en Gaza”, escribió en un breve análisis Tom Beckett, teniente general retirado del Ejército británico y director ejecutivo de Oriente Medio del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos.
“Por mucho éxito que tenga la operación en derrotar a Hamás como organización militar, el imperativo político de Hamás y el apoyo de la población a la resistencia continuarán”, escribió. “Israel vuelve a ocupar Gaza para controlarla o, al retirarse tras una ofensiva, cede terreno a la población, que considera la existencia como resistencia”.
El contralmirante Daniel Hagari, portavoz del Ejército israelí, ha declarado que los militares “están concentrados en los objetivos de la guerra definidos por el escalón político: la derrota de Hamás y la eliminación de sus dirigentes tras la matanza que perpetraron en sabbat”.
“Esta organización no gobernará Gaza militar y políticamente”.
Pero alguien debe hacerlo. Ese es uno de los puntos débiles de la estrategia israelí, porque Hamás representa una idea política y religiosa que no puede desmantelarse y es una organización que ha prosperado gracias a su reputación entre los palestinos por adoptar la lucha armada y el “martirio” contra Israel.
“Aunque sea derrotado militarmente, Hamás no puede ser neutralizado”, afirmó Lina Khatib, directora del Instituto de Oriente Medio de la Universidad SOAS de Londres. “Que la existencia o legitimidad de Hamás esté vinculada a su éxito militar es falso. Puede ser derrotado militarmente y seguir siendo políticamente relevante”, afirmó. “Puede presentar cualquier defensa como un martirio heroico en aras de la liberación del pueblo palestino”.
Para Lawrence Freedman, profesor emérito de Estudios Bélicos en el King’s College de Londres, el reto de Israel es “alinear sus medios militares con sus fines políticos”. Por muy competente que sea un ejército, dijo en una entrevista, un objetivo político demasiado ambicioso acabará en frustración o fracaso.
Abundan los ejemplos, entre ellos, las victorias militares de Estados Unidos en Irak y Afganistán en nombre de objetivos políticos amplios y ambiciosos, como la democratización y la igualdad de género, que acabaron en fracaso. Las conquistas fáciles acabaron en largas y despiadadas campañas de contrainsurgencia ante milicias locales y combatientes islamistas radicales que conocían el territorio, que vivían entre la población y que no obedecían las Convenciones de Ginebra ni las reglas de la guerra.
Y los gobiernos establecidos por los estadounidenses necesitaban enormes y continuas cantidades de dinero y apoyo militar occidentales para sobrevivir.
Freedman escribió sobre algunas de sus preocupaciones en The Financial Times. Los israelíes, aseguró en una entrevista posterior, se arriesgan a un destino similar. “Aspiran a algo extremadamente difícil de alcanzar porque, aunque asesten un duro golpe a Hamás, no podrán detener su regeneración”, afirmó. Israel no puede ocupar Gaza de manera indefinida y no quiere hacerlo, dijo, y añadió: “Y no puede empujar a la población hacia Egipto, que tampoco quiere tener nada que ver con Gaza”.
Así que, sin una estrategia política clara, explicó Freedman, “es difícil ver si esto va a alguna parte”.
En agosto de 2014, tras un grave conflicto entre Israel y Hamás, se barajaron ideas sobre qué hacer con Gaza, en un documento confidencial de opciones facilitado al Times. En él, se afirmaba, de manera premonitoria, que “una vuelta al statu quo anterior producirá una nueva guerra” y que la Autoridad Palestina es “demasiado débil y está demasiado dividida para gobernar”.
La mejor solución, sugería el documento, era autorizar a las fuerzas de las Naciones Unidas el control de las fronteras de Gaza mientras se disolvían y desarmaban las milicias palestinas y se levantaba gradualmente el bloqueo israelí y egipcio de Gaza. En 2014, el documento suponía que Hamás seguiría controlando Gaza, pero que a cambio podría aceptar la moderación de su comportamiento.
El documento también señalaba que el actual Organismo de las Naciones Unidas para la Vigilancia de la Tregua (UNTSO, por su sigla en inglés), fundado en 1948, conserva el mandato legal de patrullar Gaza, aunque lo abandonó en 1996 tras los Acuerdos de Oslo. Con un mandato reconfigurado, la UNTSO podría patrullar las fronteras de Gaza y ayudar a desarmar a las milicias, mientras que otro comité internacional coordinaría la ayuda de los donantes.
Nueve años después, el documento puede servir como punto de partida. Si Hamás y otros grupos similares son destruidos en Gaza, como promete Israel, tal vez la UNTSO podría ayudar a mantener la paz también dentro de Gaza, como una especie de fuerza policial suplementaria, mientras el estatus y la credibilidad de la Autoridad Palestina resucitan de alguna manera allí.
El debate de 2014 fue real, señaló Robert Serry, diplomático neerlandés que fue Coordinador Especial de la ONU para el Proceso de Paz en Oriente Medio. “Teníamos la esperanza de que la Autoridad Palestina pudiera ser resucitada”, afirmó.
Aunque eso puede ser tan poco realista ahora como lo fue entonces, cada vez “permitimos que la situación volviera al statu quo”, con un frágil alto el fuego y “acuerdos mínimos para mantener Gaza a flote”, comentó Serry.
Ahora, dijo: “Espero que Israel aprenda la lección. Si siguen ignorando la cuestión palestina, de vez en cuando estallará, solo es cuestión de saber cuándo”.
En el conflicto actual, Israel tendrá que controlar lo que queda de Gaza y acuartelar allí a las fuerzas israelíes hasta que una solución política de algún tipo les permita marcharse, lo que pondrá a prueba al Ejército, sobre todo si Hezbolá abre un segundo frente desde el sur de Líbano o si se produce un aumento de la violencia entre colonos israelíes y palestinos en la Cisjordania ocupada.
Por supuesto, si los centros urbanos de Gaza son aplastados y las operaciones terrestres provocan el desplazamiento de gran parte de la población, será más fácil para el Ejército israelí controlar Gaza sin ocuparla totalmente, aclaró Khatib de SOAS. “Es una táctica de guerra utilizada por otros regímenes de Oriente Medio”, afirmó, citando al presidente sirio, Bashar al-Asad, y sus tácticas de tierra quemada contra sus oponentes.
Aunque el mundo está consternado por los asesinatos de Hamás y quizá dará a Israel más tiempo que en el pasado para derrotar a Hamás, ya hay llamados a favor de que Israel obedezca las Convenciones de Ginebra y las normas de la guerra, entre ellos los del presidente Joe Biden y el secretario de Estado Antony Blinken.
Las muertes y heridas de civiles inevitables, como siempre ha ocurrido, acabarán ejerciendo una presión significativa sobre Israel para que negocie un alto el fuego, una presión, especialmente por parte de Washington, que podría llegar a ser demasiado fuerte antes de que Israel haya logrado su objetivo militar declarado.
Israel ya está tratando de preparar a sus partidarios en todo el mundo y especialmente en Estados Unidos para resistir ese tipo de presión que busca detener su operación antes de que Hamás sea desmantelada.