De hecho, ese fue el fracaso central de la primera fase de la guerra de Irak. Nuestras fuerzas, al igual que el ejército israelí, demostraron ser notablemente letales y efectivas en el combate urbano. Pero fuimos ineficaces a la hora de mantener la sociedad civil o el Estado de derecho. El hambre y la sed de los iraquíes no fueron noticia tanto como lo es hoy la difícil situación de Gaza. Sin embargo, experimentaron anarquía, y esa anarquía casi le costó la guerra a Estados Unidos. Buscamos una victoria rápida y terminamos envueltos en uno de nuestros conflictos más largos.
Peor aún, esa anarquía bien podría haber representado nuestra violación más importante de las leyes de la guerra durante todo el conflicto. Si bien los ataques erróneos, los accidentes trágicos y los escándalos como el abuso de prisioneros en Abu Ghraib empañaron el esfuerzo militar estadounidense, nuestras operaciones de combate en su conjunto fueron precisas y específicas y a menudo excedieron los requisitos del derecho de los conflictos armados.
Nuestra ocupación inicial, sin embargo, fue un desastre, y ese desastre no sólo sentó las bases para los años de guerra que siguieron; también representó un incumplimiento de nuestras obligaciones legales para con las personas que estaban temporalmente bajo nuestra jurisdicción y control.
El ejército estadounidense cambió el rumbo durante el aumento adoptando un enfoque fundamentalmente diferente. Nuestro mantra era “proteger a la población”. Cuando emprendimos operaciones ofensivas, no atacamos y nos movimos inmediatamente; golpeamos y nos quedamos. Nos aseguramos de que las familias estuvieran seguras, que el suministro de alimentos estuviera seguro y que los mercados pudieran reabrir. Nos colocamos en medio de ciudades, pueblos y comunidades rurales hasta que estuvimos seguros de que no quedaba ningún vacío de poder que llenar. Fue difícil, peligroso y lento, pero funcionó.
Sin embargo, discutir las obligaciones de una potencia ocupante es sacar a relucir un aspecto de la guerra de Gaza que nadie quiere aceptar. En la derecha estadounidense, demasiadas personas trabajan bajo la ilusión de que la guerra puede y debe ser mortal, decisiva y rápida. Hablando con Hugh Hewitt El jueves, Donald Trump se quejó de que Israel está “perdiendo la guerra de relaciones públicas”. ¿Y cuál fue su solución? Israel “tiene que terminar lo que empezó, y tiene que terminarlo rápido, y nosotros tenemos que seguir con nuestra vida”.