Por Lisa Lerer y Trip Gabriel
En los últimos años, Alisa Pata, una demócrata de toda la vida que vive en la ciudad de Nueva York, ha pasado mucho más tiempo preocupándose por Donald Trump que por la inmigración. Pero ahora, eso está comenzando a cambiar cuando lee sobre la llegada de migrantes a su ciudad.
“Está entrando demasiada gente”, comentó Pata, de 85 años, mientras su hermana mayor sacaba un tablero de viaje de Scrabble para jugar en el parque. “Biden podría hacer algo más para reforzar un poquito más nuestras fronteras. Vamos… nosotros no estamos aquí para recibir a todo el mundo. No podemos hacer mucho más”.
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Sentada a unos cuantos metros de distancia, Daniela Garduño, de 24 años, quien también apoyó al presidente Joe Biden, tenía una opinión contraria. Se horrorizó cuando escuchó que Eric Adams, el alcalde demócrata de la ciudad, decía que los solicitantes de asilo “destruirían la ciudad de Nueva York”. A Garduño eso le recordó a los políticos conservadores de su natal estado de Texas.
Garduño, una asistente jurídica, salió de ese estado hacia Nueva York con la esperanza de que la política fuera más liberal, comentó. “Y ahora parece que eso se está repitiendo mucho”.
En algunas de las ciudades más liberales del país, los demócratas están lidiando con las complicaciones de un sistema migratorio inoperante y una serie de problemas que por muchos años se habían quedado a miles de kilómetros de distancia. La nueva ola de inmigrantes, algunos enviados en autobuses por los gobernadores republicanos, está dejando al descubierto fisuras en un partido que en su mayoría estaba unido en contra de las políticas migratorias intransigentes del gobierno de Trump.
Lo más sorprendente es que gran parte del debate acerca de los migrantes que llegan no se está dando en estados indecisos o condados suburbanos disputados, sino en algunos de los lugares más diversos —y sumamente demócratas— del país.
En entrevistas con más de dos docenas de electores en los reductos demócratas de Nueva York, Boston y Chicago, la mayoría aceptaba a los migrantes, a los cuales veían como personas que estaban huyendo de circunstancias difíciles y desesperadas. Casi todos elogiaban la decisión del gobierno de Biden de ampliar el estatus de protección temporal a 472.000 venezolanos para que estos pudieran trabajar legalmente en Estados Unidos durante dieciocho meses. Muchas personas decían que creían que se les debería permitir a los recién llegados intentar ganarse la vida y que veían muchos puestos de trabajo disponibles para llenar.
“Durante años, a la industria restaurantera le han estado faltando cocineros, garroteros y lavaplatos, a los cocineros les llamábamos unicornios porque nadie podía encontrarlos”, comentó David Bonomi, un demócrata de 47 años, propietario de un restaurante en el barrio italiano de Chicago. “Si aquí hay personas en busca de una vida mejor, de oportunidades y están dispuestas a realizar esos trabajos, estoy completamente a favor”.
Pero muchas personas manifestaron frustración con los dirigentes demócratas que gestionan a los recién llegados y a algunas les preocupaba que la nueva orden del gobierno de Biden solo estuviera alentando a más personas a venir.
Durante décadas, se han venido abajo los intentos de aprobar correcciones sistémicas en el Congreso. Ahora se considera que es imposible una reforma migratoria amplia debido a las divisiones internas de los republicanos.
Desde la primavera de 2022, han llegado a Nueva York más de 113.300 migrantes. Las autoridades locales han tenido dificultades para responder y la ciudad ha calculado que este año fiscal gastaría cerca de 5000 millones de dólares para albergar y alimentar a los migrantes. El otoño pasado, Adams declaró el estado de emergencia.
Chicago ha recibido a 13.500 migrantes y gastado al menos 250 millones de dólares, mientras que Washington ha recibido a 10.500 migrantes desde que el primer autobús llegó afuera de la casa de la vicepresidenta Kamala Harris. En Massachusetts, la población en refugios del estado aumentó 80 por ciento el año pasado después de la llegada de miles de familias migrantes. Muchos de los solicitantes de asilo que han llegado en los últimos meses son venezolanos que están huyendo de la crisis económica de su país.
LaQuana Chambers, de 41 años, vio discriminación racial en la manera en que algunos políticos demócratas estaban hablando sobre los recién llegados y condenó lo que consideró que eran intentos de enfrentar a los migrantes contra los ciudadanos.
“Cuando estaban llegando inmigrantes ucranianos no había tanto alboroto”, comentó Chambers, quien trabaja para el Departamento de Educación de la ciudad de Nueva York en el distrito de Brooklyn. “Si eres blanco y europeo, la gente lo asimila con facilidad, no les parece mal. Pero no es lo mismo si eres latino”.
Esta situación representa un posible peligro político para Biden y su partido. A nivel nacional, el año pasado los republicanos obtuvieron una ventaja con los electores en temas de inmigración. En una encuesta de junio realizada por el Centro de Investigaciones Pew, más o menos cuatro de cada diez estadounidenses dijeron que estaban ampliamente de acuerdo con los republicanos sobre este tema, cerca de diez puntos más de los que estaban de acuerdo con los demócratas. Ese fue un cambio notable con respecto a un año antes, cuando aproximadamente un porcentaje igual estaba de acuerdo con cada partido.
La mayor parte de los electores demócratas mencionaron que este tema no los estaba incitando a reconsiderar su respaldo para Biden, a quien prefieren mucho más que a Trump o a cualquiera de sus oponentes de las primarias republicanas. Pero las implicaciones políticas podrían ser más visibles entre los electores indecisos en lugares suburbanos disputados, donde, en elecciones recientes, los votantes han castigado a los candidatos demócratas, por lo que perciben como un descenso en la calidad de vida de las ciudades.
Robert Speicher, un trabajador social jubilado de 60 años de Long Island, Nueva York, quien trabajó con familias de inmigrantes que estaban en el país sin permiso, comentó que se le rompía el corazón por los migrantes.
“Solo quieren trabajar y permanecer en la sombra. Este mito de que están aquí para exprimir nuestro sistema… ellos no quieren eso”, dijo Speicher, quien votó por Trump en 2016 y no participó en las elecciones de 2020, tras sentirse decepcionado por el expresidente.
Pero añadió que creía que la política de Biden no había logrado proteger la frontera y había provocado lo que consideraba una crisis.
“¿Por qué están esas 500.000 personas colándose en la fila?”, preguntó.
En Watertown, Massachusetts, una ciudad fuera de Boston, Josh Fiedler, de 48 años, mencionó que informes recientes sobre la dificultad de las ciudades para enfrentar esta nueva población de migrantes le hizo pensar más acerca de la crisis en la frontera que ha estimulado a los republicanos por años.
Pero esto no hizo que apoyara las soluciones de los republicanos. Mencionó que le gustaría ver que hubiera más ayuda extranjera para los países latinoamericanos a fin de que mejoraran sus condiciones.
“Yo no me daba cuenta de que había un problema hasta que esto ocurrió”, señaló Fiedler, un demócrata que trabaja como analista de control de calidad. “Los estados fronterizos se han quejado durante mucho tiempo; algo se tendrá que hacer”.
c.2023 The New York Times Company