Jevons lamentó ante los profesores que “la economía política aún no es una ciencia exacta” y que de todos modos la gente no presta atención. “La peor dificultad” para el economista político, afirmó, “es la obstinación, el prejuicio y la incredulidad de aquellos a quienes tiene que convencer”.
Jevons no era un pez frío, como a veces se acusa a los marginalistas de serlo. Pasó un tiempo en los barrios marginales de Manchester y Londres estudiando las decisiones de los pobres, me dijo Sandra Peart, otra académica de Jevons. Peart, decano de la Escuela Jepson de Estudios de Liderazgo de la Universidad de Richmond, dijo que Jevons llegó a comprender que los seres humanos individuales no pueden ser modelados como calculadores racionales y perfectamente previsores de su propio interés. Eso le llevó a alejarse de una actitud de laissez-faire.
Nunca perdió su interés por los acontecimientos celestiales. A partir de los 40 años, desarrolló la teoría de que los movimientos del ciclo económico estaban relacionados con las manchas solares, que aparecen y desaparecen durante aproximadamente 11 años. Teorizó que las manchas solares afectan el clima, lo que afecta a la agricultura, que a su vez afecta las decisiones de inversión de los empresarios. Resultó que ese no era el caso, pero Peart le da crédito a Jevons por intentar comprender la interacción entre el mundo físico y la actividad económica.
Jevons murió a los 46 años. Se ahogó mientras nadaba en el mar durante unas vacaciones en Devon, posiblemente debido a un ataque cardíaco o un derrame cerebral. Los médicos le habían dicho que evitara el ejercicio extenuante, pero él los ignoró. “Jevons, un ávido coleccionista de libros, dejó una biblioteca de varios miles de volúmenes y (anticipando una futura escasez mundial) una enorme reserva de papel de escribir en blanco”, según un perfil en el sitio web de Historia del Pensamiento Económico.
La sociedad nunca funcionará como los cuerpos celestes, cuyas órbitas elípticas son casi predecibles con precisión. Pero Jevons se dio cuenta de eso. Su hambre de poner la economía sobre una base más científica no estaba fuera de lugar. Su sed de conocimiento y su capacidad de ver una amplia gama de disciplinas son exactamente lo que la economía necesita hoy.