Mientras supervisa la búsqueda de la sucesión y las ambiciones nucleares de Irán, Jamenei parece estar contento, por ahora, con dejar que las milicias árabes en todo Medio Oriente hagan aquello para lo que Teherán les ha estado pagando y entrenando. El llamado “eje de resistencia” de Irán, que incluye a Hamás, Hezbolá y los hutíes, está en el centro de la gran estrategia de la República Islámica contra Israel, Estados Unidos y los líderes árabes suníes, permitiendo al régimen atacar a sus adversarios sin utilizando sus propias fuerzas o poniendo en peligro su territorio. Las diversas milicias y grupos terroristas que alimenta Teherán le han permitido desalojar indirectamente a Estados Unidos de Irak, sostener a la familia Assad en Siria y, el 7 de octubre, ayudar a infligir un ataque profundamente traumatizante al Estado judío.
Mientras sus combatientes aliados inflaman el frente norte de Israel mediante ataques esporádicos con misiles de Hezbollah, instigan ataques contra bases estadounidenses en Irak e impiden el transporte marítimo en el Mar Rojo y el Golfo de Adén, Irán probablemente espera presionar a la comunidad internacional para que restrinja a Israel. Y el imperativo de no ampliar la guerra entre Israel y Gaza, que hasta ahora ha guiado la política estadounidense e israelí, significa que es probable que ninguno de ellos tome represalias contra la República Islámica, sólo contra sus representantes.
Por supuesto, Hamás, que Israel ha prometido eliminar, es valioso para Irán. El régimen ha invertido tiempo y dinero en el grupo y, a diferencia de la mayoría de los representantes y aliados de la República Islámica, Hamás es sunita, lo que ayuda a la teocracia chiíta a trascender el sectarismo en la región. La liberación de los palestinos, a quienes los revolucionarios iraníes han querido desde que la Organización para la Liberación de Palestina los ayudó contra el Shah en 1979, también está en el centro de la misión islamista antiimperialista del régimen clerical.
Pero para Jamenei, el frente interno siempre prevalecerá sobre los problemas del vecindario. Al final, en caso de que Israel tuviera éxito en su objetivo de eliminar a Hamás, lo más probable es que el Estado clerical concediera la desaparición del grupo, aunque fuera a regañadientes.
Por supuesto, cuanto más conflicto participe Irán (directa o indirectamente), también aumenta la posibilidad de que un ataque deshonesto o mal juzgado pueda hacer que la violencia se salga de control, en una dirección que Irán no favorece. La historia está plagada de errores de cálculo y existe una posibilidad real de que Irán se vea arrastrado al conflicto más amplio que ha tratado de evitar.