Me gustan los libros que se quedan en el hueco imaginario que hay entre los géneros literarios; que parecen, desde su superficie, algo conocido, pero que luego van develando su verdadera esencia ante nosotros mientras avanzan sus páginas.
Cuando tomamos una novela sabemos que encontraremos, a muy grandes rasgos, una historia extensa, más extensa que un cuento. Ante un ensayo estamos seguros que acompañaremos el discurrir de quien escribe. Si además un libro está catalogado como erótico, de amor, de miedo, de misterio, nos genera a los lectores unas expectativas, según las referencias que ya llevemos con nosotros de otras lecturas.
La escritura de la argentina María Gainza es una de esas extrañezas que, de inicio, no sabríamos bien en qué estantentería de la biblioteca acomodar. Conocí un texto suyo, para ser precisa, el de “Una vida en pinturas” del libro El nervio óptico, como parte de las lecturas de un taller de Escritura Autobiográfica. Aunque bien podr…
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