Acapulco, Gro. En lo alto de la colonia Revolución del Sur, en la parte más elevada de uno de los tantos cerros y montañas que rodean el puerto de Acapulco, sólo un pedazo de pared queda de la casa de la familia Jiménez González, ahí fueron colocadas las cruces de los seis integrantes de la familia que fallecieron sepultados, así como un casco de motocicleta y un par de muñecas empolvadas que eran de dos pequeñas de menos de diez años de edad.
Desde ese punto, y por cerca de un kilómetro hacia abajo, un río
de lodo, piedras y troncos, la lluvia y viento provocados por el impacto del meteoro mantiene afectaciones en casi toda la zona y en la mayoría de las casas. Decenas de automóviles siguen empalmados, unos sobre otros, y forman boquetes en cada esquina, junto con toneladas de fango y escombros.
Vecinos advierten que en uno de los vehículos que quedaron sepultados hay al menos cinco personas de las que no se espera que sean rescatadas con vida.
Nancy Castro, quien vive enfrente de donde estaba la casa de la familia Jiménez González, sigue de luto por la pérdida de sus vecinos y amigos.
Relata que a las 12 de la noche, al momento de la llegada del huracán, comenzaron también a derrumbarse piedras y lodo desde los cerros. Si alguien salía a la calle, tendría una muerte segura
, pero dentro de las casas hubo daños, como en la vivienda frente a la suya.
Desde que se localizaron los cuerpos se han desarrollado varias veces al día jornadas de oración y misas.
Nancy afronta, además, retos en su propio hogar: la miscelánea de la que se sostenía su familia se perdió en su totalidad.
Otra de las afectadas es Guadalupe Alarcón, quien cuenta que es un gran desastre
el que dejó el huracán en la colonia Revolución del Sur y en la Francisco Villa. En ambas siguen sin energía eléctrica casi todas las viviendas. Se trata de una zona en la que recorrer sus calles es ahora doblemente difícil, no sólo por subir las empinadas vialidades con el fuerte calor, sino porque en cada esquina hay que pasar sobre montañas de piezas de autos, cables y postes, que por algunos días los dejaron atrapados.
Incluso hay quienes siguen así, como la esposa de Julio César Salvatierra, un hombre de la tercera edad que ayer pasaba con dificultad entre el difícil camino hecho por los propios vecinos para cruzar por arriba de coches destruidos.
Momentos antes, pasa por el mismo sitio Ramiro de Aquino, celebrador de una capilla perteneciente a la parroquia de la Sagrada Familia y quien le lleva la comunión a una señora de avanzada edad que se encuentra en silla de ruedas. A cada paso avanza como equilibrista para no dejar caer la canastilla con huevos que carga en una mano.
A quienes visita, les expresa que ante este dolor y sufrimiento debemos ser agradecidos con Dios
. Lo material, agrega, aquí se queda, cuando nos vamos no nos lo podemos llevar
.
En la avenida Campesinos, tampoco se puede circular por el momento, Luis Guzmán se mantuvo sin abrir la puerta por más de 24 horas por la inundación. Al no poder salir, pasaron dos días antes de que se enterara que los daños del huracán no fueron sólo en su calle, sino en todo el municipio y las demarcaciones aledañas.
Por la mañana, maquinaria pesada era usada para el retiro de cerros de lodo y automóviles. Se hacía con cuidado y con la presencia de un binomio canino, porque sigue la alerta de personas desaparecidas, sin la certeza de que pudieran estar en ese punto, bajo esas montañas de hasta un par de metros de altura.