A muchos podría resultarles incómodo etiquetar como antirracista el requisito del SAT para la admisión a la universidad. Pero debemos prestar atención a lo que realmente son el racismo y el antirracismo, ya que las palabras han llegado a ocupar amplias zonas de terreno semántico. Desde este punto de vista, la sensación tácita del SAT y pruebas similares como de alguna manera anti-negras es peligrosa.
Esto se debe a que las ideas tienen una forma de sufrir un avance gradual en la misión. Lo que implica una idea tácita, una resonancia en el aire, eventualmente se manifiesta como una nueva posición abiertamente afirmada. En ese sentido, hay un pequeño paso entre reconocer que la desventaja hace que sea más difícil aprobar la prueba (lo cual es evidentemente cierto) y una proposición que está relacionada pero mucho más cuestionable: que la negritud es culturalmente incompatible con la prueba.
Ésta es la fuente última de la idea moverse en el mundo de la educación escolar y más allá es “blanco” valorar el trabajo duro, la objetividad, la palabra escrita y la puntualidad. Esta convicción se revela tanto entre los blancos (como en el creador de un gráfico en este sentido que el Museo Nacional Smithsonian de Historia y Cultura Afroamericana puso en línea durante un tiempo durante la pandemia) como entre los negros (como un padre negro que recuerda un compañero de trabajo negro que dice abiertamente que las pruebas estandarizadas se imponen injustamente a los niños negros porque “no saben hacer matemáticas”, con la implicación de que esto es una suposición general).
Y, a su vez, esta idea de con qué blancura supuestamente lucharán los negros (matemáticas, objetividad, etc.) es el semillero de la convicción actual de los departamentos universitarios de que atraer a más estudiantes negros de especialización y posgrado significa flexibilizar los requisitos. Por eso clásicos sin griego ni latínmusicología sin tocar un instrumento y física sin “empirismo blanco.”
Las personas que promulgan ideas como estas tienen buenas intenciones. Se consideran a sí mismos como personas que están limpiando nociones obsoletas de mérito, que a veces merecen un nuevo examen. Pero todo esto en conjunto constituye un estado de ánimo cultural general que me alarma. El SAT es racista, la objetividad es un privilegio de los blancos, facilita la formación académica para atraer a estudiantes de posgrado y de especialización negros: existe una relación familiar entre ellos. Es decir, la suposición de que es descortés o injusto exigir a los negros que se enfrenten a los detalles, resuelvan acertijos y den sentido a lo desconocido. Al menos, no se espera que nos involucremos en tales cosas tanto como, por ejemplo, los blancos.